miércoles, 23 de mayo de 2012

Días largos, sin él.

He paso tiempo sin saber de él, pero a medida que las cosas avanzan, una mínima ausencia se vuelve gradualmente más considerable, se hace sentir con mayor fuerza.
Los días se tornan eternos e insoportables, y hay una rutina asquerosa que cumplir al levantarme de la cama, más quisiera quedarme entre las sábanas y dormir muchas horas hasta volver a escucharle.
Y me digo a mi misma: serenidad, estáte tranquila y en paz.
Y hago por aquí y por allá, muevo esto y aquello.
No, definitivamente no, cuando la mente y el corazón dictan lo opuesto a las funciones motrices, y ya de por sí es inusual que mente y corazón estén de acuerdo en algo, es indiferente qué hagas: puedes correr una maratón, hacer zapping por horas recorriendo cientos de canales de TV, escuchar cientos de canciones, ver miles de rostros en absoluto similares, etc... Es igual, todo da igual, la concentración y la tranquilidad se disipan, nada te distrae ni te concentra en algo distinto por más de cinco minutos.
No hay excusas ni coincidencias, sinceridad ante todo contigo misma querida amiga, lo que tienes realmente es una necesidad inmensa de escuchar esa voz, su risa y sus bromas, no piensas en él porque todo te lo recuerde, piensas en él por la simple razón de que todo en ti quiere evocar su recuerdo.
Y que me digas que ayer no estabas a punto de quedarte sin uñas, a punto de romper tus sábanas, de romper una vajilla entera, sabes que es un engaño absurdo, no pudiste conseguir algo de calma hasta recibir uno de sus mensajes.
Desenfrenada, desesperada, al borde de la demencia, todo porque le echas de menos.
Fue bueno sincerarme, nunca lo negaré, todo esto pasa porque le extraño.
Sí, en definitiva su ausencia transforma mi mundo, paraliza mi mente, desvoca mi desesperanza y mis deseos de saber algo que esté relacionado con él.
 Y pensar que puedo reducir todo este "revolutus" que me mantiene insoportable en estos días a una única y exclusiva razón: él.
Lo acepto, soy un desastre si no estás conmigo.

sábado, 19 de mayo de 2012

Y la verdad es que.....

No soy especial en absoluto, carezco de facultades extraordinarias y tampoco soy un alma cándida, reflejo de la bondad más pura.
Todo lo contrario, soy imperfecta, llena de defectos, falta de muchas virtudes. Pero sé también que estoy llena de singularidades, de detalles propios, cosas que me pertenecen por el hecho de ser yo, por mi deseo de autoafirmación.
Y es el punto, en esta vida y en cualquier momento y lugar, realzar nuestras singularidades, potenciar nuestra autenticidad, lo que realmente nos hará únicos y especiales, lo que nos separara del rebaño social mediocre.
Lo más importante es poder, tener la capacidad de aceptar la singularidad de los demás en la medida en que estos respetan la nuestra.
Nuestras peculiaridades nos hacen ser quienes somos, aceptarnos es solo el primer paso de un arduo camino hacia la verdadera e inequívoca senda de la  sincera y única satisfacción personal.
Por eso, vivamos el presente, que las aristas del pasado, que rasgan nuestros sentimientos y nuestra tranquilidad, se pierdan entre el polvo del ayer; que lo que antes nos hacía caer y desfallecer, hoy sea el motivo de nuestra fortaleza y de nuestro eterno levantar.
Perdonar es la clave para combatir el rencor que carcome la conciencia; el perdón es la señal de que somos capaces liberar a nuestra alma de cargas innecesarias e hirientes.
Despreocuparse de aquello que ya no podemos remediar, y no machacarnos por aquello que pensamos jamás seremos capaces de hacer nos ayudará a vivir el día a día de forma plena.
Es mejor levantarte cada día con la certeza de que darás todo de ti para mejorar, que despertar reclamándote por aquello que se te escapó o que no hiciste o no dijiste. En su lugar, prefiero actuar en su momento y en su lugar. Muchos años reprimiendo mis verdaderos deseos me demostraron que cuando actúas para demostrar ante otro, y no ante ti mismo, de lo que eres capaz, acaba dejando una eterna duda en tu mente y una insatisfacción casi perpetúa: "es esto realmente lo que me hace feliz?".
Ya no siento más miedo de decir "te quiero", "te extraño", "te necesito a mi lado"; porque hoy importo yo, más que nunca en mi vida. Sí, lo acepto, no soy lo que el mundo espera, pero tampoco el mundo cumple todas las expectativas para todos y cada uno de nosotros.
Es mejor sacar de nosotros lo que nos daña y desecharlo, poder exteriorizar lo bueno y luchar por aquello que nos hace feliz, por todo cuanto representa nuestra felicidad.

jueves, 10 de mayo de 2012

Esperándote

Me recosté sobre la superficie de la cama, abracé mi almohada, como suelo hacer, y cerré mis ojos en un intento de olvidar todo el estrés acumulado a lo largo del día, era momento de conciliar el sueño que me parecía tan necesario a esa hora.
Sentía los músculos tensos y, a pesar del cansancio que recorría cada centímetro de mi cuerpo, me estaba siendo muy difícil dejar ir mi mente, permitirle perderse entre el mar de pensamientos de la inconsciencia.
No recuerdo cuántas veces desperté entre dormida, anhelando sentir tu calor junto al mío; no se exactamente cuántas lágrimas cayeron sobre mi almohada al no poder sentir tus labios suaves, al desear poder dibujar sobre tu piel con mis dedos mientras tus manos se perdían sobre la mía.
Y en ese momento quise dormirme profundamente y poder sentirte real  junto a mí, quise quedarme viviendo en un sueño en el que estabas a mi lado sin miedo a cerrar mis ojos y despertar contemplando tu ausencia; ansiaba desesperadamente poder tener un atisbo de tu a liento junto al mío.
Pero tuve que conformarme con seguir abrazando mi almohada, enjugar las lágrimas y esperar a que el real cansancio venciera a mi terco desvelo, para poder acabar con la noche lo antes posible y poder ver de nuevo la luz del día, de un nuevo día en el que seguiré esperando por ti.