sábado, 19 de mayo de 2012

Y la verdad es que.....

No soy especial en absoluto, carezco de facultades extraordinarias y tampoco soy un alma cándida, reflejo de la bondad más pura.
Todo lo contrario, soy imperfecta, llena de defectos, falta de muchas virtudes. Pero sé también que estoy llena de singularidades, de detalles propios, cosas que me pertenecen por el hecho de ser yo, por mi deseo de autoafirmación.
Y es el punto, en esta vida y en cualquier momento y lugar, realzar nuestras singularidades, potenciar nuestra autenticidad, lo que realmente nos hará únicos y especiales, lo que nos separara del rebaño social mediocre.
Lo más importante es poder, tener la capacidad de aceptar la singularidad de los demás en la medida en que estos respetan la nuestra.
Nuestras peculiaridades nos hacen ser quienes somos, aceptarnos es solo el primer paso de un arduo camino hacia la verdadera e inequívoca senda de la  sincera y única satisfacción personal.
Por eso, vivamos el presente, que las aristas del pasado, que rasgan nuestros sentimientos y nuestra tranquilidad, se pierdan entre el polvo del ayer; que lo que antes nos hacía caer y desfallecer, hoy sea el motivo de nuestra fortaleza y de nuestro eterno levantar.
Perdonar es la clave para combatir el rencor que carcome la conciencia; el perdón es la señal de que somos capaces liberar a nuestra alma de cargas innecesarias e hirientes.
Despreocuparse de aquello que ya no podemos remediar, y no machacarnos por aquello que pensamos jamás seremos capaces de hacer nos ayudará a vivir el día a día de forma plena.
Es mejor levantarte cada día con la certeza de que darás todo de ti para mejorar, que despertar reclamándote por aquello que se te escapó o que no hiciste o no dijiste. En su lugar, prefiero actuar en su momento y en su lugar. Muchos años reprimiendo mis verdaderos deseos me demostraron que cuando actúas para demostrar ante otro, y no ante ti mismo, de lo que eres capaz, acaba dejando una eterna duda en tu mente y una insatisfacción casi perpetúa: "es esto realmente lo que me hace feliz?".
Ya no siento más miedo de decir "te quiero", "te extraño", "te necesito a mi lado"; porque hoy importo yo, más que nunca en mi vida. Sí, lo acepto, no soy lo que el mundo espera, pero tampoco el mundo cumple todas las expectativas para todos y cada uno de nosotros.
Es mejor sacar de nosotros lo que nos daña y desecharlo, poder exteriorizar lo bueno y luchar por aquello que nos hace feliz, por todo cuanto representa nuestra felicidad.

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