jueves, 10 de mayo de 2012

Esperándote

Me recosté sobre la superficie de la cama, abracé mi almohada, como suelo hacer, y cerré mis ojos en un intento de olvidar todo el estrés acumulado a lo largo del día, era momento de conciliar el sueño que me parecía tan necesario a esa hora.
Sentía los músculos tensos y, a pesar del cansancio que recorría cada centímetro de mi cuerpo, me estaba siendo muy difícil dejar ir mi mente, permitirle perderse entre el mar de pensamientos de la inconsciencia.
No recuerdo cuántas veces desperté entre dormida, anhelando sentir tu calor junto al mío; no se exactamente cuántas lágrimas cayeron sobre mi almohada al no poder sentir tus labios suaves, al desear poder dibujar sobre tu piel con mis dedos mientras tus manos se perdían sobre la mía.
Y en ese momento quise dormirme profundamente y poder sentirte real  junto a mí, quise quedarme viviendo en un sueño en el que estabas a mi lado sin miedo a cerrar mis ojos y despertar contemplando tu ausencia; ansiaba desesperadamente poder tener un atisbo de tu a liento junto al mío.
Pero tuve que conformarme con seguir abrazando mi almohada, enjugar las lágrimas y esperar a que el real cansancio venciera a mi terco desvelo, para poder acabar con la noche lo antes posible y poder ver de nuevo la luz del día, de un nuevo día en el que seguiré esperando por ti. 

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