sábado, 27 de julio de 2013

Vivir intensamente.

Muchas veces desperdiciamos el tiempo sin ser realmente conscientes de que es es mejor invertir nuestras energías, y nuestra vida en general a disfrutar de cada día y de cada momento. 
Lo que olvidamos siempre es que no somos eternos, al menos no en existencia, nuestros días son finitos y no estamos supuestos a conocer el día de nuestro deceso. Y por qué perder el tiempo, dejar esos bonitos detalles o guardar rencores respecto de algo ya pasado; la vida una es y debemos vivirla con el fin de que haya sido lo mejor y más lindo posible, una experiencia digna de sí. Los recuerdos perduran hasta traspasar la muerte y todo lo que el fin de la existencia corporal conllevan.
Una mañana desperté de un sueño, en el numeraba cada mal momento, cada ápice de tristeza que ha ensombrecido mi vida, recordé cada sensación de dolor, lo mucho que he sufrido por no ser capaz de desechar los malos recuerdos, numere cada error, cada rato de orgullo e histeria, recordé cada vez que pensé pedir perdón y cada vez que me calle cuando quería decir algo que realmente sentía o quería decir. Llegue a la conclusión de que si algo te lastima, debes alejarte, que si te disgustas por tonterías o cosas pasajeras, es mejor olvidar y sonreír, decir te amo a esa persona cada vez que la tienes a tu lado, porque nadie sabe cuando podría ser el ultimo día que estaremos en este mundo.
No postergar aquello que realmente deseamos porque tenemos una rutina que cumplir, los sueños hay que buscarlos, ellos no llegaran a tocar a nuestra puerta; los deseos deben ser saciados de forma natural e intensa porque nada material es duradero hasta el fin de la vida.
Los malos momentos deben darnos la fortaleza para disfrutar aun más las buenas cosas de la vida, la buena compañía y el cariño que nunca podrá ser sustituido por objetos. 

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