sábado, 30 de junio de 2012

Estado de contemplación.

Quizá me quedé asomada a la ventana durante demasiado tiempo, el suficiente para no distinguir entre el otoño del interior y la primavera que pintaba esa luz proviniente de algún paraje lejano.
Quizá no supe que esa fascinación se convertiría en mi dependencia, y ahora temo al cambio; siento por mi misma no poder diferir entre lo que es y lo que apariencia siempre ha sido y será.
Más no soy capaz de ser lo que siempre evite ser, y no soporto intentar ser apariencia y fachada; quiero comprender por qué no fui previsora, por qué seguí la estela luminosa y falsa hacia ese Edén inexistente y atemporal.
Fuera de mis capacidades estaba tener lo que estaba hecho para cualquier otra persona en cualquier momento que no fuese el mio, pero aún más fuera de mis fuerzas estaba poder asimilar que fui corriendo tras algo que siempre intentaba escapar a mi encuentro.
Cerrando los ojos, asomada a la ventana de esa habitación, empañando los cristales, soportando en silencio la tormenta interna ... Sintiendo las cálidas y saladas gotas del alma intentando contrarrestar el frio que eriza la piel, dejándome ir, ya si opción, hacia los brazos de Morfeo, hacia la tranquilidad de la inconsciencia.

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