miércoles, 6 de junio de 2012

Palabras.

Se esconden en medio de cientos de páginas de tono antiguo.
Cada noche, con la inspiración fluyendo en medio de un mar de pensamientos, quedan grabadas con tinta entre unas líneas doradas.
Las palabras que su ser mi inspiran, los recuerdos de los momentos vividos, los sublimes deseos, todos encerrados ahí. Un libro con una carátula somera, sencilla, engañoso a la vista de todos, que guarda cada pensamiento, cada sentir y desear.
Cada noche, al abrigo de la nostalgia y el extrañar, tengo una cita con mi conciencia: llega el momento de decirme unas cuantas realidades, aunque mis esfuerzos por mostrar una apariencia serena durante el día funcionen, en ese momento soy en esencia, con todas mis vicisitudes, también lo bueno.
Y nada en absoluto como él, mi refugio cuando ataca el desánimo o la alegría, como mejor testigo de lo que hay realmente en mi.
Seguirán ahí, a mi sola disposición, pensamientos mios, su valor es incalculable entre ocaso y alba, releerlos para dejarme recapacitar, madurar y mejorar, para enmendar errores.
Hoy, mañana y cada noche, como siempre, me permitiré perderme en el basto mundo de mi ser, y me dejaré ser testigo de lo que mi alma, mi razón y mi mente tienen que decir.
Cada día se sostenta gracias a las experiencias vividas, y cada experiencia se mantiene y resguarda en mis convicciones con el deseo de materializarse en esas líneas que tanto me ayudan a ser yo misma.
Palabras, tan sólo palabras, pero que son mi esencia, parte de mí.

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